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Hace aproximadamente un año oí hablar por primera vez de Dragon Dreaming. Fue en un encuentro sobre innovación, en el que coincidió que varios de los participantes conocían esta metodología y me hablaron de ella. Ninguno parecía muy experto -pues se trataba de algo recién llegado a nuestro país- pero todos mostraban bastante entusiasmo. Me interesó desde un primer momento. Quizá por lo exótico de su nombre, o quizá porque intuí su potencial y utilidad desde el principio.

Pasado el tiempo, por fin he tenido ocasión asistir a un taller introductorio de Dragon Dreaming. En él he podido confirmar que mis primeras intuiciones no estaban desencaminadas. Tanto me está gustando esta metodología (aún me resta mucho por profundizar) y tan práctica me parece que he comenzado a introducirla en la mayor parte de los proyectos en los que participo. De momento, con muy buenos resultados.

En los próximos artículos, voy a tratar de explicar cómo y dónde nace, cómo se aplica, qué ventajas le veo y para qué tipo de proyectos me parece que resulta más aplicable.

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