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El enraizamiento en la organización de hábitos constituye la cultura corporativa. Si esos hábitos son los descritos en anteriores posts, lograremos una cultura o identidad innovadora. El objetivo, no lo olvidemos, consiste en ser innovadores de forma sostenible y sostenida.
Si la sociedad y los consumidores evolucionan a gran velocidad, las empresas que se estanquen –por muy innovadoras que hayan sido en el pasado- verán cómo su oferta queda pronto obsoleta y carente de valor. Antonio Flores nos ofrece una representación gráfica muy sugerente de esta realidad. Basado en la combinación de dos vectores, muestra cómo las organizaciones que no se esfuercen por renovar de forma constante su oferta de valor irán comportándose cada vez más como una espiral que avanza hacia dentro de sí misma pero está cada vez más lejos del mercado. Esos dos vectores los identifica con:
Conocimiento: la experiencia y oficio que la empresa haya ido adquiriendo.
Adaptación: la capacidad de transformar el conocimiento en valor.
Combinando esos dos factores, distingue cuatro fases en la evolución de la oferta innovadora exitosa:
A. Fase inicial: se parte de conocimientos sólidos que van aumentando, al tiempo que se produce una buena adaptación al entorno.
B. El entorno evoluciona: sigue aumentando el conocimiento porque se adquiere mayor experiencia. Sin embargo, la oferta va perdiendo en adaptación.
C. Decadencia: continúa cayendo la adaptación al entorno cambiante. A la vez el conocimiento va quedando desfasado y pierde capacidad de generar una oferta atractiva.
D. Reacción: a pesar del constante descenso de conocimiento, se logran generar estrategias que aumentan parcialmente el valor y se observa un repunte de la curva.