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Las escuelas de pensamiento en management han intentado ir al compás de los tiempos tratando de dar respuesta a los problemas cotidianos de los directivos. Así el taylorismo, por ejemplo, respondía a la necesidad de aumentar la eficacia en las fábricas en una época donde se vendía todo lo que una empresa era capaz de producir y el entorno era estable.

Sin embargo, a partir de los años sesenta la creciente competitividad hizo que tanto el modelo taylorista y como los que vinieron después fuesen insuficientes para responder satisfactoriamente a los retos directivos de la época.

El enfoque de la Dirección Estratégica no es el primero que analiza de forma sistemática la relación de la empresa con su entorno puesto que la Teoría de la Contingencia ya lo había hecho antes. No obstante, sí resulta novedoso el análisis profundo que realiza del entorno apoyándose en herramientas procedentes del campo de la economía industrial; el vínculo que establece entre los recursos y capacidades de la empresa y su entorno; y, en general, el gran número de herramientas prácticas que ha ido desarrollando para diagnosticar la posición competitiva de una empresa.

La principal crítica que se puede realizar a esta escuela sea tal vez la falta de integración de sus aportaciones con los conocimientos provenientes de las escuelas anteriores. Esta falta de conexión queda especialmente patente en la visión basada en los recursos y capacidades, ya que algunas de las ideas que se manejan en esta teoría bien podrían apoyarse en las aportaciones “clásicas”, de forma que la acumulación de conocimientos fuese más incremental.

Tal vez sea esta falta de relación de la Dirección Estratégica con el resto de conocimientos previos procedentes de otras escuelas de management lo que provoque que, generalmente, se la considere como una disciplina académica independiente y no como una continuación de las escuelas de management precedentes.

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