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Kurt Lewin (1890-1947), nacido en Polonia y formado en Alemania, tuvo que abandonar este país debido a la persecución nazi, a pesar de su condición de oficial alemán condecorado en la I Guerra Mundial. En 1933 llegó a EEUU y enseñó en Stanford, Cornell y Iowa, para terminar en el MIT, donde fundó el Centro de Investigaciones de Dinámicas de Grupo.

Movido por el interés en establecer unas bases sólidas de comprensión del comportamiento en sociedad, buscó inspiración en los métodos de la teoría de la relatividad y la física cuántica, ambas consideradas modelos del quehacer científico. Esta influencia le llevó a fundamentar sus investigaciones en la observación y la experimentación.

Como objetivo principal se propuso analizar la conducta humana. Pero, a diferencia de la psicología precedente, quiso hacerlo sin separarla de su contexto natural, por lo que se centró en el estudio de los grupos. Este original enfoque daría pie al surgimiento de la Psicología Social. Sus estudios giraron en torno a la psicología de los grupos, las dinámicas de cambio organizativo y el liderazgo.

En lo que se conoce como su teoría topológica -de 1936-, empleó un modelo matemático para analizar la personalidad y acudió al concepto físico de “campo de fuerzas” con el fin de explicar los factores ambientales que influyen en la conducta. El comportamiento humano, en su opinión, no depende ni del pasado ni del futuro sino de los hechos y acontecimientos contemporáneos y de cómo los percibe el sujeto. Esos hechos circundantes son interdependientes y constituyen un campo de fuerzas dinámico que podemos denominar espacio vital. Por tanto, el espacio vital o campo psicológico de fuerzas vendría a ser el entorno que engloba a la persona y su percepción de la realidad próxima. Se trata, en definitiva, de un espacio subjetivo, propio, que recoge la forma en que el individuo particular percibe el mundo y -dentro de él- sus aspiraciones, posibilidades, miedos, experiencias y expectativas. Pero no debe pensarse que ese espacio vital se agota en la percepción subjetiva, sino que aparece delimitado también por condiciones claramente objetivas como las características físicas o sociales del entorno.

Este enfoque permite estudiar el comportamiento humano con una perspectiva de totalidad, sin quedarse en un análisis de las partes por separado, que corre el peligro de perder de vista el conjunto; ni conformarse con explicaciones basadas exclusivamente en las características individuales (instintos, tendencias o hábitos).

La influencia del campo psicológico sobre la conducta es tal que Lewin considera que llega a determinarla: si no hay cambios en el campo, no habrá cambios en la conducta. De ahí la importancia, por un lado, de esa percepción psicológica individual del entorno y, por otro, de las dinámicas internas de los grupos que modifican las fuerzas del campo psicológico. Ambas realidades merecen cierta atención, por lo que les dedicaré sendas entradas.

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