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Tras enumerar las barreras ambientales y las barreras personales a la innovación, les toca el turno a las que podríamos denominar barreras internas u organizativas.
Dentro de este amplio campo, cabe distinguir tres grupos más o menos definidos, si bien las fronteras tienden a ser difusas. Serían los siguientes:
Barreras «financieras»
- Presión de los objetivos de corto plazo
- Excesivo control
- Obsesión por la eficiencia y la productividad (a corto)
- Otorgar baja prioridad a la innovación (no suele ser algo urgente)
- Sale caro y escasea la financiación
- La puesta en práctica de novedades exigiría reubicar recursos o sustituirlos
- Incertidumbre ante la entrada en mercados desconocidos
- Identificar la innovación con grandes inversiones en tecnología
- Rentabilidad incierta
- Temor a canibalizar un producto propio rentable
Barreras «culturales»
- Impaciencia ante la incertidumbre
- Miedo al fracaso
- Intolerancia al error
- Se penaliza la experimentación
- No existe un clima favorable a la innovación
- No se promueve la creatividad, incluso está mal vista
- Desdén hacia lo desconocido
- Minusvaloración de lo intangible
- Ausencia de reconocimiento a las mejoras
Barreras «organizacionales»
- Nadie tiene la responsabilidad específica de promover la innovación, y tampoco está generalizada
- No se comparte información entre los departamentos
- Reinos de taifas con escasa colaboración
- Cada uno mira por los objetivos de su departamento, no por los generales
- Se busca consenso en las innovaciones, incluso unanimidad
- Foco en el corto plazo, no hay tiempo para pensar en el futuro
Con este elenco terminamos la lista -seguro que incompleta y mejorable- de posibles obstáculos a la innovación en las empresas. Sea por su causa, o por otros motivos que no he llegado a descubrir, nuestro nivel de innovación resulta lastimosamente pobre. Hasta el punto de que hace tan solo unos días leía en Expansión un dato estremecedor: a pesar de la apuesta del Gobierno, menos del 1% de las empresas españolas hace uso de los incentivos fiscales para fomentar la I+D. El redactor de la noticia concluía que «hay pocas compañías interesadas en la innovación«. En mi modesta opinión, no es cierto, pero por desgracia ese dato parece darle la razón.
¿Estamos o no estamos interesados en la innovación?
Por como está el contexto, no parece una elección.