Etiquetas
actitud, cliente, coraje, emociones, innovación, management, mentalidad, riesgo
Como había prometido -hace ya algún tiempo, lo siento- enumero en esta entrada las barreras para la innovación de índole personal. Es decir, aquellas que nos imponemos o imaginamos nosotros mismos, sin necesidad de que nos las pongan desde fuera.
Como digo, es una enumeración. Allá va:
- Miedo al fracaso
- Temor a las consecuencias de los cambios
- Aversión al riesgo
- No es mi trabajo
- Ausencia de incentivos (profesionales, sociales, familiares, económicos…)
- Carencia de foco en el cliente
- Ausencia de reconocimiento y/o escucha
- No tener tiempo para pensar y para probar alternativas
- Considerarse una persona poco creativa o sin ideas
- Carecer de mentalidad abierta para aprender de otros, de la naturaleza, del mundo cultural, etc.
- Pesimismo o ánimo negativo que lleva a pensar que no funcionará o no nos harán caso
- No saber encontrar el camino para intentarlo
- Desmotivación en el trabajo
- Perfeccionismo que todo lo retrasa e impide lanzarse
- Escasa implicación
- Comodidad
- Impaciencia ante resultados inciertos o diferidos
- Tenacidad insuficiente
En mi opinión, la mayor parte de ellas parecen barreras que obstaculizan lanzarse a innovar, es decir, intentarlo, ponerse en marcha. Sólo las dos últimas resultan más propias de un proceso de innovación ya en marcha y que tropieza con obstáculos o se hace demasiado largo.
Si nos entretenemos un poco en analizarlas, caemos enseguida en la cuenta de que todas o casi todas las barreras son de corte psicológico y la inmensa mayoría de ellas, controlables por el sujeto. Veamos. Algunas son emocionales (las tres primeras: miedo al fracaso; temor a las consecuencias de los cambios; aversión al riesgo). Unas cuantas de mentalidad (4-11: no es mi trabajo; ausencia de incentivos; carencia de foco en el cliente; ausencia de reconocimiento; no tener tiempo; considerarse una persona poco creativa; carecer de mentalidad abierta para aprender; pesimismo). Otras, actitudinales (13-18: desmotivación; perfeccionismo; escasa implicación; comodidad; impaciencia; tenacidad insuficiente). Y, por último, una que tiene que ver con las habilidades (no saber encontrar el camino para intentarlo).
Desde luego, ninguna parece a priori insuperable. Más bien lo contrario; sobre todo, si tenemos en cuenta que su fuente es interna y que, con decisión, podemos influir directamente en ella. Ciertamente, para manejar actitudes, mentalidad y emociones se necesita, primero, querer hacerlo y, segundo, control personal.